Infantilización, tabúes y falta de información: la importancia de la educación sexual en las personas con discapacidad

Lo sexual forma parte de lo cotidiano, pero el tabú del sexo sigue presente en nuestra sociedad y se acentúa entre algunos de los colectivos más vulnerables. Es el caso de las personas con discapacidad intelectual, sometidas a una constante infantilización desde el entorno familiar y educativo. Educar en sexualidad, sin embargo, contribuye no solo a evitar embarazos no deseados o la transmisión de enfermedades, también es una poderosa herramienta para trabajar, por ejemplo, contra escenarios de abuso.

Laura (nombre ficticio) es una mujer de 40 años con discapacidad intelectual. Desde que tuvo su primer novio, a los 19, ha tenido “muchas parejas” y el sexo ha formado parte de su día a día. “Mi madre siempre decía que la sexualidad era algo normal y que si quería tener pareja tenía que tener información”. De hecho, a los pocos días de conversar con RTVE.es, Laura tenía una cita para practicar sexo con su novio. Ella y su pareja deben elegir el día exacto en el que van a tener relaciones, ya que bajo el techo de los pisos tutelados en los que viven están prohibidas, y su decisión tiene que pasar por los responsables de las viviendas que les ayudan en la búsqueda de una habitación de hotel.

“Me gustaría planearlo yo misma, pero entiendo que hay normas”. Su vida se basa, dice, en pedir permiso. Una decisión que en la mayoría de relaciones depende exclusivamente de la voluntad de la pareja, en su caso necesita de la aprobación de terceros. Sin embargo, puede considerarse afortunada ya que algunos de sus compañeros se topan con la negativa de sus padres. “Si piden tenerlas, no les van a dejar porque sus padres tienen que dar el consentimiento”, explica Laura acompañada de Elena (nombre ficticio), educadora en el centro ocupacional en el que trabaja.

“Las familias no quieren que sus hijos con discapacidad tengan sexo”

“Cualquier persona con discapacidad tiene derecho, con los apoyos que necesite, a disfrutar de una sexualidad plena y satisfactoria”, expone a RTVE.es Esther Sánchez Raja, presidenta de la Asociación Nacional de Salud Sexual y Discapacidad (ANSSYD). Sin embargo, es habitual que se topen con la resistencia “de las familias, la sociedad e incluso de profesionales”. La tendencia a la infantilización del colectivo, impulsada por miedos, tabúes o por falta de información, “bloquea la sexualidad de estas personas”.

A sus 34 años, Jorge, con síndrome de Down, sigue sintiendo que su familia “muchas veces” le trata como un niño. “Creen que pueden decidir por mí”. Esta es una de las realidades más habituales entre este colectivo, sin embargo, muchos no reclaman un cambio de actitud por parte de sus cuidadores, lo que hace aún más difícil el acceso a ciertos derechos.

“Son adultos, tengan discapacidad o no”, recuerda Marta R. Cogollos, madre de un joven con autismo con un alto nivel de dependencia y presidenta de GATEA, un centro de intervención especializado en Trastorno del Espectro del Autismo (TEA). Además, añade, “el derecho a la intimidad lo tienen independientemente de que lo exijan. Si no lo hacen, tenemos que ofrecérselo igualmente”.

“Las familias no quieren que sus hijos con discapacidad tengan relaciones sexuales y yo quiero romper esa barrera”, expone Jorge a RTVE.es. “Nos ponen una etiqueta, tienes discapacidad y ya no puedes hacer nadaTambién somos personas y tenemos las mismas necesidades”, añade. Al igual que Laura, su conocimiento en torno a la sexualidad es bastante amplio pero ambos reconocen que no es lo habitual en su entorno.

Con el apoyo de la educadora, Laura participa en un grupo de mujeres con discapacidad que se ha convertido en un espacio en el que desahogarse y hablar sobre relaciones afectivas y sexuales, intimidad, derechos de las personas o consentimiento. De las nueve personas que forman el grupo, solo dos habían recibido educación sexual previa.

“Era un tabú para sus familias, incluso ahora no pueden preguntar sobre el tema en casa”, comenta Laura. Algunas de ellas, de su edad o más mayores, todavía duermen con sus madres. “Una nos comentó que le gustaría tocarse en la cama, pero no podía, porque tenía a su madre al lado. Muchas no cuentan con algo tan normal como tener su propia habitación”, explica la educadora. 

“No entendían que había partes que no podía tocar cualquiera”

Laura recuerda con asombro uno de los ejercicios que realizaron en las sesiones. Sobre la silueta de un cuerpo desnudo tenían que pintar de verde o de rojo distinguiendo entre zonas que no importa que se toquen y zonas en las que hay que tener más cuidado». «Algunas pintaron todo de verde”, comenta, todavía sorprendida.

“No entendían que hubiera partes que no les pudiera tocar cualquiera, no tenían ese concepto de intimidad y partes íntimas”, expone Elena, la encargada de guiar el coloquio durante las sesiones, que pone el foco en la importancia de trabajar estos conceptos para evitar situaciones que algunas de ellas ya han vivido.

Cinco de las nueve integrantes del grupo confesaron haber sufrido abusos en algún momento de sus vidas. Algunas lo llevaban en secreto. “Se sentían tan mal que no lo habían comentado con nadie”, cuenta Elena. “Otras lo habían olvidado y comentaban ‘anda, pues ahora me acuerdo’. Lo habían borrado”.

Esta realidad no solo afecta a este grupo de mujeres ya que, tal y como explica la presidenta de la Asociación Nacional de Salud Sexual y Discapacidad, las personas con discapacidad y, sobre todo, las mujeres y las niñas “suelen estar expuestas a un mayor riesgo de violencia, dentro y fuera del hogar, de lesiones, acoso o abusos sexuales, entre otros malos tratos y explotación”.

Desde Gatea, Cogollos ha comprobado la importancia de educar en sexualidad también a grandes dependientes. “Intentaron abusar de un chico con autismo grado tres en las duchas de un campamento, pero él había aprendido que su cuerpo no lo podía tocar cualquiera y empujó al agresor”, recuerda. Más tarde, en terapia, la víctima expresó lo sucedido a través de dibujos. “Se evitó una situación que él no habría sabido detectar e incluso lo habría llegado a normalizar”, añade.

El desconocimiento les hace vulnerables

A muchas personas con discapacidad intelectual “nadie les ha dicho con normalidad o naturalidad qué es el consentimiento, hasta donde pueden elegir”, explica a RTVE.es Pitu Aparicio, educadora social especializada en sexualidad y género. La infantilización y paternalismo al que se someten, añade, hace que consientan o incluso crean que pueden ser más queridas si comparten ciertas partes de su cuerpo, “porque dan por hecho que eso es lo que se tiene que hacer”.

“El silencio no protege”, afirma Carlos de la Cruz, sexólogo especializado en discapacidad y vicepresidente de la asociación Sexualidad y Discapacidad, que argumenta que están más protegidas frente al abuso si saben hablar de sexualidad y tienen con quién hacerlo. Además, defiende una educación sexual que no se quede en la mera transmisión de información y que se adapte a las personas con mayores necesidades de apoyo: «Les puedo enseñar a respetar su cuerpo desnudo, por ejemplo, no cambiándose delante de otra gente y teniendo en cuenta su intimidad». 

“Fue raro escuchar aquello”, confiesa Laura al recordar el testimonio de algunas de sus compañeras. “A mí nunca me ha pasado”, dice, aunque, hace años, sufrió maltrato psicológico por parte de su ex pareja. “Lo detecté muchas veces pero no sabía salir de la relación. Me comía la cabeza”. Pese a lo difícil de la situación, Laura se desahogaba con Elena y otras de sus educadoras y tener ese apoyo fue clave para poner fin a la relación.

Sin embargo, contar con una persona de confianza o con amigos a los que recurrir a veces no es lo habitual entre las personas de este colectivo, ya sea por sus dificultades comunicativas o por las circunstancias impuestas por su entorno. Pero es ahí donde debiera comenzar el aprendizaje. “Para aprender a tener relaciones sexuales hay que aprender a tener relaciones de pareja y, un paso más atrás, hay que aprender a tener relaciones de amistad, con las que también negociemos”, explica de la Cruz.

No deciden sus productos de higiene íntima o métodos anticonceptivos

En el caso de las mujeres, la infantilización y la falta de información en todo lo relacionado con la sexualidad reduce su capacidad de decisión en aspectos cotidianos como la elección de productos de higiene femenina. De hecho, según un estudio realizado por la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma y Plena Inclusión, más de una cuarta parte de las mujeres con discapacidad intelectual no elige el producto empleado. Además, un tercio de ellas no ha acudido nunca a una consulta ginecológica y cerca de un 35% dice no haber sido informada de los cambios que pueden ocurrir durante la menstruación.

Esa infantilización también se refleja, en caso de tener relaciones sexuales, a la hora de decidir aplicar un método anticonceptivo u otro, tal y como menciona el estudio sobre la violencia sexual en este colectivo realizado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de género. A veces, son las familias las que lo eligen sin apenas brindarles información.

“Hacemos acompañamiento familiar y entendemos que puedan tener miedo, pero muchas veces estás eligiendo sobre el cuerpo de tu hija”, expone Aparicio. “Pero es importante explicar por qué está tomando esa píldora, por ejemplo, qué es, qué genera y que lo entiendan”.

Trabajar la toma de decisiones en otros aspectos de su vida repercutirá, si las tiene, en sus relaciones afectivas o sexuales. “Aunque no lo exijan es importante darle a elegir qué camisa quiere, qué postre, qué camino para volver a casa, para que aprenda que su opinión también cuenta”, argumenta de la Cruz. “¿Cómo va a aprender una persona con discapacidad a decir qué beso le gusta, qué beso no le gusta o con quién quiere ir de la mano, si no es capaz de elegir la camisa que se pone?”, añade.

Intimidad y conocimiento, más allá del sexo

Muchos adultos con discapacidad viven con sus familias y, en muchos casos, el acceso a su propia intimidad es prácticamente inexistente. “Algunas de ellas, incluso aquí en el centro, dejaban la puerta del baño abierta cuando iban al baño”, comenta Elena. “Se acostumbran a no tener privacidad, como si su cuerpo pudiera verlo cualquiera”. Esto sucede en multitud de perfiles, independientemente de su grado de discapacidad o su nivel de dependencia.

Esta es una de las razones por las que Cogollos, madre de un joven con autismo con un alto nivel de dependencia y presidenta de GATEA, insiste mucho en que su hijo disponga de un espacio privado para cambiarse si va a la piscina o a cualquier otra actividad. “No quiero que se cambie con otras personas mirándole. ¿Se cambian todos? Pues todos menos el mío”, explica. “Quiero que esté acostumbrado a eso y lo hace porque lo ha aprendido a fuego. Creo que así es menos vulnerable”, confiesa a RTVE.es.

Cuando su hijo era un adolescente “fue un problema decirle que no podía estar desnudo en la playa». «Él pensaba, si os hacía mucha gracia cuando tenía tres años, ¿por qué ahora hay tanto drama porque yo quiera seguir bañándome desnudo?”. Por esto, cree fundamental el trabajo de la sexualidad y el respeto al cuerpo desnudo desde que las personas con autismo son pequeñas. “Su rigidez mental hace que si generan unos hábitos les sea muy difícil desaprender después”, explica.

Educar en diversidad y contra las «barreras»

“Salí del armario con 16 años”, cuenta Jorge, que ahora participa en Grupos Diversos, una iniciativa para compartir sus experiencias en torno a la vivencia de su sexualidad y trabajar en la reivindicación de sus derechos. “Me está viniendo muy bien, las monitoras nos entienden y nos respetan. La sociedad ya es otra cosa, nos ponen barreras”, comenta Jorge, con síndrome de Down, que cree que la situación del colectivo LGTBI es más complicada para las personas con discapacidad.

“Si es complicado que expresen su sexualiad, imagina hacerlo con alguien de su mismo sexo o decir que son transexuales o que no se sienten hombre, ni mujer”, dice de la Cruz, sexólogo especializado en discapacidad «Entre las personas con discapacidad intelectual hay un porcentaje de personas LGTBI muy similar al que pueda haber dentro de los profesionales que les atienden, pero a veces cuando damos formación se nos olvida hablar de estos temas y ofrecer referentes”, añade.

Los especialistas insisten en la importancia de abordar la educación sexual desde la diversidad y la perspectiva de género. “Hay familias que creen que los talleres solo son para hablar de pene y vagina, pero no. Hablar de sexualidad supone hablar de género, de identidad, de orientación, de consentimiento y no solo del coito”, argumenta Aparicio.

Jorge cree, además, que esa información debe trasladarse a las familias y al resto de la sociedad. “No solo a los padres, también sobrinos, hermanos, que la familia esté involucrada. Y también al resto de la sociedad, para que se conciencie”.

Valora la situación con optimismo y confía en el trabajo realizado por centros y asociaciones. “Es verdad que con algunas personas llegamos tarde, pero no hay excusa para repetir los mismos errores. No podemos seguir infantilizando a las que están en los centros educativos”, concluye.

 

Fuente:

https://www.rtve.es/noticias/20220508/educacion-sexual-discapacidad-intelectual/2302740.shtml