Píldoras de innovación urbana para después de la pandemia

¿Qué impacto ha tenido la covid-19 en la gestión de las ciudades? Tres expertos urbanistas debaten la transformación de las urbes en un escenario poscovid

Cumplimos el primer año de un mundo en pandemia. Lo cierto es que a casi nadie —a excepción de Bill Gates y algún que otro epidemiólogo— le pasaba por la cabeza que íbamos a vivir las consecuencias de un impacto de este calibre. Y ni hace falta decir que hemos pagado la factura de esta falta de previsión y preparación.

El informe La covid-19 en un mundo urbano, presentado por el Secretario General de la ONU en julio de 2020, destacaba que para hacer frente a la pandemia en un mundo cada vez más urbanizado hay que saber cómo la urbanización influye en las repercusiones, las respuestas y la recuperación a largo plazo. Las respuestas con un alcance limitado podrían empeorar y hacer permanentes los problemas y retos que la pandemia ha evidenciado.

Con el objetivo de abrir debate sobre los retos de la urbanización, la nueva plataforma Agora – The New Urban Conversation organizó una sesión sobre la transformación de las ciudades después de la pandemia, con la participación de Joan Clos, exdirector ejecutivo de ONU-Habitat; Maria Buhigas, urbanista y arquitecta, y Mark Nieuwenhuijsen, investigador del IS Global y presidente de la Sociedad Internacional de Epidemiología Ambiental.

Agora nace como una comunidad abierta con la misión de generar sinergias y sumar esfuerzos entre todos los actores, públicos y privados, que trabajen para el desarrollo urbano sostenible en el marco de los valores de la Nueva Agenda Urbana y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, así como ampliar su voz en el debate internacional para conseguir ciudades más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Veamos algunas conclusiones de aquel debate que transcurrió sin pelos en la lengua.

El cambio es posible

El confinamiento permitió experimentar que los entornos urbanos pueden bajar los niveles de contaminación acústica y del aire. Los gobiernos se dieron cuenta de que el cambio positivo era posible. Pero, ¿cómo podemos acelerarlos sin afectaciones en la economía y el empleo? Lo que se pone en cuestión a medio y largo plazo es que se puede conseguir una disminución de la contaminación atmosférica, pero planteando un modelo económico urbano que mantenga los medios de vida.

En Barcelona, según un estudio reciente publicado por el Instituto de Salud IS Global, cerca de la mitad de los casos de asma infantil son atribuibles a la contaminación atmosférica. También sabemos que, de media, los bebés cuyas madres viven en zonas con aire más contaminado pesan menos y tienen menor tamaño al nacer. La reducción del tráfico no solo disminuiría la contaminación atmosférica, sino que también reduciría el ruido y los efectos de las islas de calor, una tendencia que irá en aumento debido a los efectos del cambio climático.

Repensar el espacio público

El parón causado por la pandemia también ha puesto de manifiesto que, en la ciudad, no todas las soluciones pasan por poner el foco en el eje de la movilidad; sino que hay que repensar el espacio público, qué usos y prioridades damos en cada metro cuadrado.

La crisis debería ser una palanca para crear la ciudad como escenario resiliente de futuros impactos con una visión a medio y largo plazo. En materia urbana, no hay fórmulas que se puedan copiar, pero sí buenas prácticas que sirven de aprendizaje. La ciudad mixta y equilibrada (aquella que ahora es famosa por el concepto de la Ciudad de los 15 minutos) se ha desarrollado con éxito en algunas ciudades nórdicas. Pero llegar a su reproducción en otros entornos es casi imposible. Por lo que la única solución pasa por la gestión constante del espacio público y la capacidad de la transformación permanente.

Las desigualdades sociales tienen graves consecuencias

La pandemia ha demostrado cómo las desigualdades tienen efectos severos en la vida de las personas. Aunque la provisión de un servicio público sea universal, como es el caso de la Sanidad en gran parte del mundo, el grado de impacto positivo se dará según la calidad del servicio y la capacidad que pueda absorber.

El aumento de las desigualdades se ha visto demasiado afectado por la crisis y nos tocará ver, por ejemplo, cómo la esperanza de vida se aleja cada vez más entre un barrio u otro después del paso de la covid-19.

Los marcos legislativos actuales ya no sirven

Vivimos en espacios urbanos consolidados, no podemos pensar en fórmulas de cambio que empiecen desde cero. Para poder innovar en estos entornos estables hay que cambiar y flexibilizar los marcos legislativos. En palabras de la urbanista Maria Buhigas, «los técnicos estamos preparados para dar soluciones a los retos que se nos plantean; pero, en la mayoría de los casos, únicamente hacemos lo que se nos deja hacer. Tenemos herramientas obsoletas, estamos entrando al quirófano urbano con material quirúrgico de hace 50 años».

Uno de los pilares de la Nueva Agenda Urbana es la creación de marcos legales y regulatorios modernos y capaces de afrontar los retos urbanos del siglo XXI. La mayor parte de la innovación urbana se encuentra en mejorar la regulación urbana, así como los sistemas de gobernanza y financiación.

¿Campo o ciudad?

Según la previsión de los expertos del debate, la tendencia que hemos visto durante este último año de dejar la ciudad para ir al campo, durará poco. Las oportunidades tienden a concentrarse en los entornos urbanos, por lo que las ciudades han tenido la capacidad de atraer la población a lo largo de la historia.

Aun así, en la nueva relación urbano-rural, se hacen más evidentes algunas propensiones. Por un lado, la necesidad de generar modelos propios de desarrollo para las ciudades intermedias, que son clave para el equilibrio territorial y la conjunción urbano-rural. Por el otro, con el aumento de las rentas per cápita rurales, observamos un cambio de paradigma: la ciudad concentra, mayoritariamente, la pobreza, y el campo la riqueza. La concentración de pobreza en las áreas urbanas es un nuevo fenómeno al que hay que estar preparados. El incremento de la vivienda social de calidad es una de las principales respuestas a esta tendencia.

La densidad urbana no es enemiga de la pandemia

El mismo informe ya nos indicaba que no hay datos que sugieran una correlación entre la densidad urbana en sí misma y una mayor transmisión de la enfermedad, sino más bien en el tipo de políticas que se han implementado.

Los expertos del debate, a pesar del desprestigio que acarrea, defendieron la densidad bien planificada, de unos 20.000 habitantes por kilómetro cuadrado, capaz de crear centros de productividad, creatividad y economía de escala.

Para Joan Clos, como reflexión final, la epidemia pasará y la ciudad sobrevivirá, como hemos visto en tantos otros episodios críticos de la historia. Maria Buhigas nos invita a pensar en lo que hemos aprendido de la pandemia: si el acceso digital no es universal, las desigualdades crecen; recordar cuáles han sido los trabajos esenciales de la pandemia, y la importancia del sector industrial para no depender de terceros; y que el entorno urbano y rural no son contradictorios, sino interdependientes. Mark Nieuwenhuijsen confía en que veremos más cambios positivos en el uso del transporte, y que la salida de la crisis pasa por invertir en el transporte público y estimular la economía local.

Fuente:
https://news.un.org/es/story/2020/10/1481832